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miércoles, 31 de marzo de 2010

Machito y Graciela: Dale jamón

lunes, 29 de marzo de 2010

"Vivimos en la era de la confusión"


Por John Carlin

En la esfera de la elegancia, no hay nadie en el mundo que compita con un cierto tipo de señor africano, llegado a una cierta edad. En el caso de Kofi Annan es una elegancia que, independientemente de sus impecables trajes y de sus exquisitos modales, se expresa en un fino equilibrio químico entre la solemnidad y la simpatía. Ghanés, de 71 años, Annan posee una visión única del mundo: por un lado, panorámica, legado de su década como secretario general de las Naciones Unidas; por otro, bifocal, consecuencia de conocer la cultura occidental (ha vivido en Europa o Estados Unidos más de 40 años y su mujer es sueca) con la misma intimidad que conoce los secretos del continente en el que nació.

Tras dejar Naciones Unidas a finales de 2006, tras cinco años de agrios enfrentamientos con el Gobierno de George W. Bush, especialmente sobre la guerra de Irak, Annan se dedica a promover las actividades de la fundación que lleva su nombre. Su objetivo es utilizar la credibilidad, el prestigio, la experiencia y los contactos de alto nivel acumulados durante casi medio siglo en la ONU para asesorar a líderes mundiales, mediar en conflictos (en Kenia, hace dos años, paró una guerra civil) y combatir la pobreza. Annan recibió a EL PAÍS en su despacho en Ginebra (Suiza). Empezó haciendo lo que en los círculos diplomáticos llaman un tour d'horizon de la situación mundial.

Pregunta. Veinte años después de la caída del muro de Berlín, ¿no siente a veces, observando el mundo actual, cierta nostalgia por las sombrías certidumbres de la guerra fría? ¿No era, aunque parezca curioso, un lugar más estable y menos peligroso?

Respuesta. Cuando uno piensa en la guerra fría, las grandes potencias tenían sus esferas de influencia, contaban en todo el mundo con dirigentes a los que controlaban o sobre los que tenían una influencia considerable. Además, intervenían en muchas de las guerras civiles que estallaban, así que, en cierto sentido, podían encender o apagar la situación. Podían controlarla. Hoy, no hay control. Se ha convertido en un sálvese quien pueda, y en algunas guerras civiles prolongadas se ven atrocidades impensables. Por suerte, hoy hay menos guerras civiles en África que hace 10 o 20 años. Pero las que sigue habiendo son absolutamente brutales. No hay más que ver lo que sucede en el este de la República Democrática del Congo, el norte de Uganda, con el Ejército de Resistencia del Señor, lo que ocurre en Somalia, las luchas políticas en Sudán, tanto en el norte como en el sur, como en Darfur, y ver que no parecemos ser capaces de controlarlo. Durante la guerra fría, con un poco de esfuerzo, contactos y llamadas telefónicas, era posible calmar la situación, apagarla. Hoy podemos ver que los somalíes tienen a todo el mundo atado de pies y manos con su piratería. Nadie tiene ni idea de cómo controlar esos elementos ni tiene la suficiente influencia sobre Somalia, ni desde dentro ni desde fuera, para acabar con el fenómeno. Es decir, en ciertos aspectos, desde el punto de vista geopolítico y de las guerras civiles, la situación es mucho más complicada y mucho peor.

P. ¿En otros lugares es tan complicada como en África?

R. Veamos Oriente Próximo. Podemos observar esa región, y no estoy hablando sólo de Israel y Palestina sino de Oriente Próximo en general, ver lo que ocurre hoy entre israelíes y palestinos, la falta total de avances en el proceso de paz, la relación entre Israel y Líbano, Israel y Siria, Irak. Y de ahí a Irán, y a Afganistán, y a Pakistán. Además de todo eso está la división entre suníes y chiíes, que no se limita a Irak, es un problema regional, y, por supuesto, la cuestión nuclear en Irán y Corea del norte, así que tenemos una situación muy difícil.

P. ¿Latinoamérica?

R. Durante 10 o 15 años estuvo más tranquila y con un buen desarrollo político, económico y social; hoy vemos nuevas tensiones. Por primera vez en una generación hemos tenido un golpe de Estado, el de Honduras. Hay tensiones entre Venezuela y Colombia. Tenemos que vigilar también lo que ocurre en esa región.

P. Entonces, ¿está mejor hoy el mundo?

R. Creo que tenemos algunas amenazas nuevas y que algunas de las viejas están volviendo, quizá con más peligro, y no sabemos cómo abordarlas. Es decir, desde mi punto de vista, vivimos en un mundo muy complejo y difícil y, además, tenemos que enfrentarnos al problema abrumador y general del cambio climático, que es tal vez la mayor amenaza que nos aguarda y tiene un impacto sobre prácticamente todo lo que hacemos.

P. ¿Ve alguna luz en ese túnel?

R. Sí. Estuve en China hace dos semanas y los chinos, por suerte, están empezando a darse cuenta de que la mayor limitación para su desarrollo y su crecimiento puede ser el medio ambiente.

P. Hasta ahora se han resistido...

R. Es verdad. Pero ahora ven la contaminación en Pekín, ven la desertización, son conscientes de la escasez de agua y el impacto sobre la gente en las provincias, y comprenden que tienen que hacer algo o se encontrarán con grandes dificultades. Es un país al que siempre le ha preocupado el caos, así que están deseando hacer todo lo posible para impedir que se produzca. Por supuesto, con el cambio climático llegan las sequías, las inundaciones, la escasez de alimentos y muchas otras cosas a las que todavía no sabemos cómo enfrentarnos.

P. Y luego está la crisis económica mundial... ¿Tiene el mundo el liderazgo que necesita para afrontar estos vastos y complicados retos?

R. Tenemos un problema verdaderamente grave: debemos abordar todas esas cuestiones en un momento en el que existe desconfianza en los líderes, tanto empresariales como políticos. Y yo trato de explicar a mis amigos políticos que deben ponerse en el lugar del hombre de la calle. Cuando una persona corriente necesita ayuda, no puede pagar sus facturas médicas, ni la escolarización de sus hijos, su barrio no tiene agua, le dicen: no tenemos presupuesto, no tenemos dinero y no podemos ayudarle. De pronto, el sistema financiero y los bancos se ven metidos en un lío y ese mismo Gobierno que no tiene dinero ni presupuesto saca miles de millones, billones, para rescatarlos. Yo entiendo cuando se dice que el crédito es como la sangre que corre por el sistema y, cuando no hay crédito, todo el mundo sufre y necesitamos que vuelva a correr.

Desde el punto de vista económico, tiene sentido. Pero inténteselo explicar al ciudadano al que se le ha dicho que el Gobierno no tiene dinero para el abastecimiento de agua y, sin embargo, sí tiene miles de millones para los bancos. Eso debilita la confianza, da la impresión de que el dinero siempre ha estado ahí pero está reservado sólo para los amigos. No para los demás. Así que existe ese problema de falta de confianza. La otra cuestión que ha quedado al descubierto es esa supuesta idea de que el mercado es el que sabe. Dejémoslo en manos del mercado: eso también ha desaparecido. Estamos, pues, en una situación muy fluida. Algunos políticos se alegran de que los Gobiernos vuelvan a intervenir. Pueden cumplir su papel, pero lo van a cumplir en un momento en el que la población está muy preocupada, el desempleo es alto y sigue subiendo y la gente no cree necesariamente que los Gobiernos estén de su parte.

P. Por todo lo que dice, ¿podríamos definir la era en la que vivimos como la era de la confusión?

R. Sí, creo que quizá sería un buen término, en el sentido de que hay menos certezas. Fíjese que empezamos con la guerra fría. Los dos lados estaban muy seguros. Y había reglas. Ahora no tenemos esa certeza. No hay reglas, no hay seguridades. Se están produciendo grandes cambios que resultan inquietantes para la gente e inquietantes para los líderes.

P. Cuando observa hoy el mundo, ¿no ve gran cosa en materia de liderazgo moral claro y fuerte?

R. Es un mundo difícil para los líderes. No es un panorama prometedor. En el mundo actual, algunos Gobiernos dicen: "Vamos a luchar por los derechos humanos, vamos a luchar por la democracia, vamos a hacer esto y aquello..." e inmediatamente chocan con intereses económicos y financieros. En las informaciones recientes sobre Barack Obama en China, se hacía la pregunta: "¿Se ha comportado como un líder en relación con los derechos humanos? ¿Y cuánto ha presionado?" Pero China tiene tanta influencia económica -algunos incluso llaman a China "el banquero de América"- que, cuando uno está en esa situación, habla con los chinos de forma distinta que si la situación fuera otra, y la cuestión de la pureza y la claridad moral que esperan sus partidarios y otros se difumina, y entonces todos se preguntan por qué ha sido. La verdad es que, en estos momentos, los chinos no están preparados para oír lecciones.

P. Entonces, ¿ser líder es especialmente difícil hoy?

R. Sí. Aparte de todo lo demás, la política actual también ha cambiado mucho, debido a la televisión e Internet, y todo es instantáneo, y un líder está constantemente siendo evaluado, constantemente siendo criticado, y es muy fácil movilizar a la gente en contra o a favor de alguien, y los líderes se vuelven muy precavidos; de hecho, algunos dicen que vivimos en un mundo en el que los líderes leen y no dirigen. Leen las encuestas en vez de dirigir...

P. Y los blogs...

R. Eso es. Sus asesores les llevan cosas y dicen: "¿Ha visto esto? ¿Sabe lo que está haciéndonos a nosotros, al partido?"

P. ¿Qué sensación tiene del fenómeno Obama?

R. Creo que el fenómeno Obama ha sido asombroso. Para entenderlo hay que remontarse a los comienzos de George W. Bush. Cuando Bush llegó a la Casa Blanca, era muy dinámico, su equipo y él eran muy agresivos. Francamente, atemorizaban a los periodistas. La prensa estadounidense estuvo muy floja. Sólo dieron un paso al frente cuando Bush empezó a debilitarse, pero, durante los cuatro o cinco primeros años, él dominó la escena. Antes le he dicho que una idea que ha quedado desechada es que el mercado es el que sabe. La otra idea que está dando las boqueadas es que por la fuerza se arregla todo. Irak, Afganistán y, en cierta medida, Pakistán, están demostrándolo. El régimen de Bush fue a esos países, sobre todo a Irak, convencido de que iba a ser muy fácil resolver la situación por la fuerza. Los que intentamos disuadirles recibimos críticas despiadadas. Ahora creo que todo el mundo comprende que ésa no es la solución.

P. ¿Y ahí es donde entra Obama?

R. De ahí sale la campaña de Obama con su nuevo mensaje: "Quiero trabajar con otros, quiero escuchar, creo en el multilateralismo, que es la única forma de avanzar, hemos perdido el respeto de los demás y necesitamos recuperarlo y tener respeto nosotros también". Todo eso encontró eco entre los estadounidenses, algunos de los cuales se sentían incómodos cuando viajaban al extranjero porque se topaban con ese fenómeno en el que se había convertido América y que la gente no comprendía. Por eso se alegraron de tener un cambio, de dar una oportunidad a Obama. Y él empezó bien, pero tiene que hacer frente a un número increíble de problemas. Quiero decir, cuando uno empieza con dos guerras y una depresión económica, en un país en el que 40 millones de personas no tienen atención sanitaria, y quiere hacer algo al respecto, no lo tiene fácil. Y las expectativas son muy altas. Hace no mucho dije que deberíamos ayudarle entre todos, y deberíamos ayudarle reduciendo esas expectativas. Pero el hecho de que consiguiera todo ese apoyo e impulsara a los jóvenes es un indicio de que existe un anhelo -no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo- de tener un buen liderazgo, la gente quiere que le lleven en la buena dirección. Existe una necesidad mundial a la que responde Obama, y deseo verdaderamente que tenga éxito; todos deberíamos desearlo, porque, si no lo tiene, la próxima vez, el péndulo oscilará en el otro sentido.

P. ¿Puede ser, quizá, que sea imposible tener ese tipo de liderazgo moral claro y fuerte que ansiamos hoy, que soñábamos que nos iba a proporcionar Obama, por las circunstancias objetivas, porque existen muchas de esas corrientes cruzadas de las que habla usted, de modo que, cuando uno intenta ser un líder moral indiscutible, se choca contra un muro?

R. Hemos empezado hablando de lo mucho que ha cambiado el mundo desde la guerra fría... y hemos repasado este fenómeno de que Estados Unidos hablaba de un mundo unipolar, en el que yo nunca creí. Siempre dije que el mundo era multipolar porque, incluso cuando hablaban del mundo unipolar, China decía que era un polo, Rusia decía que era un polo, India... y la Unión Europea, desde luego, era un polo, es decir, el comportamiento de cada uno es un reflejo de cómo ve el mundo y dónde se sitúa. Si uno cree que es el único elefante en la sala, se dedica a avasallar, pero, si hay otros capaces de controlarle, se comportará con arreglo a eso. Ahora vivimos en un mundo en el que hay tantos centros de poder que hasta Estados Unidos ha tenido que reconocerlo. Aspirar a tener una personalidad que trascienda todos los polos, un Nelson Mandela de dimensión mundial, es hoy prácticamente imposible, sobre todo con los sistemas de comunicaciones de que disponemos.

P. Como vimos en el viaje de Obama a China. Entonces, ahora, ¿es todo así de delicado?

R. Sí, es verdaderamente delicado. Y se ve en la relación de Europa con Rusia, en la que los europeos necesitan el gas y el petróleo rusos y tienen que tratar con alguien como Putin, que juega duro. Tal vez haya cosas que les digan a los rusos en privado, pero no les van a dar lecciones en público.

P. Y eso, a su vez, perjudica la imagen de un liderazgo fuerte y como es debido...

R. Pero tengo que decir... que el liderazgo no tiene necesariamente que ser algo de dimensión o trascendencia mundial. Si un dirigente gobierna en su propio país, se ocupa del bienestar de su pueblo, ofrece claridad moral y sabe guiar, otros reaccionarán en consecuencia. Mandela no se propuso gobernar el mundo. Se propuso ocuparse de su entorno, intentar liberar a su pueblo y adoptar un principio de perdón y reconciliación que fue una gran lección para la gente de todo el mundo. O sea que, si tenemos un líder que se comporta así en su propio país y destaca, la gente reacciona.

P. Hablando del ejemplo de Mandela, ¿qué puede ofrecer África de valor al mundo, algo de lo que podamos aprender en otros sitios?

R. Es una pregunta muy buena. Es curioso que, hace poco, he estado hablando con alguien sobre el África de mi juventud, cuando escuchábamos con gran atención a los mayores. En Ghana utilizamos mucho los proverbios para enseñar y dar lecciones. Por ejemplo, si yo hubiera ido a ver a mi padre para decirle que estaba harto de mi jefe, que era antipático, agresivo, y que iba a ir al día siguiente a decirle lo que pensaba, a decirle que se fuera a la mierda, él me habría escuchado en silencio y probablemente me habría dicho: "Hijo, tranquilízate. No hay que golpear a un hombre cuando tienes tus dedos entre sus dientes". Y no habría dicho más. Es decir, ve y soluciónalo.

P. ¿Un enfoque pragmático de la resolución de problemas?

R. Cuando era niño, me despertaba por la mañana y veía a los mayores hablando de sus cosas y, por cómo estaban de atentos, sabía que eran cosas importantes. La regla era: si hay un problema, hay que discutirlo, hablar y hablar hasta encontrar una solución. Diálogo, paciencia, la capacidad de perdonar: éstas son las lecciones que ofrece África.

P. Sin embargo, si la gente no pide cuentas a los políticos, ¿no puede ser que ellos abusen del perdón de la gente?

R. Sí, la paciencia de los africanos y su capacidad de perdón... también tienen un lado negativo, en el sentido de que somos demasiado pacientes, perdonamos con demasiada facilidad y aceptamos demasiadas cosas, y, a veces, eso lo explotan aspirantes a dictadores que se apoderan del país y consiguen hacer demasiadas cosas sin que se les pidan cuentas, aprovechándose de la paciencia y la buena voluntad de la gente. Si los líderes han sido corruptos, si han robado las arcas nacionales, hay que pedirles cuentas. Hay que fijar el límite en algún punto.

P. Pero es difícil fijarlo, ¿no? Buscar la pura justicia puede desembocar en los peores resultados políticos...

R. Sí, aquí es preciso ejercer un juicio perspicaz. Lo hemos visto con Sudán. La gente pregunta: "¿Había que procesar a Bashir? ¿Se ha empeorado el problema? ¿Cómo vamos a conseguir ahora que coopere?" Y otros dirán que, para acabar con las matanzas, había que procesarle, porque entonces estaría más aislado y no tendría tanto poder como tenía antes. Es una cuestión de saber cuál es el orden de las cosas. Creo que no es posible tener justicia sin paz ni es posible tener paz sin justicia, pero la cuestión, cuando uno está en medio del conflicto, es en qué orden tienen que darse las dos cosas. La mayoría de la gente diría que primero hay que acabar con las muertes y entonces buscar justicia, que es lo que ocurrió en Yugoslavia, con Milosevic y Karadjic. Otros dicen que, a veces, hay que utilizar la justicia como un freno para advertir a la gente de que debe dejar de matar. Cada crisis es distinta, cada pueblo es distinto, y hay que tener sensibilidad para ver las particularidades de cada crisis concreta y tomar una decisión. Cuando uno hace de mediador, tiene que pensar en cuál es la mayor necesidad del pueblo en cuestión. Yo podría intervenir en una situación compleja y decir -como hacen muchas veces Estados Unidos y Occidente-: si detenéis la lucha, os daremos mucha ayuda, os proporcionaremos el desarrollo económico. Pero quizá eso es en lo que menos está pensando esa gente. Quizá su principal preocupación es la supervivencia, el miedo a que los liquiden. Si a una persona la van a eliminar, ¿para qué necesita el desarrollo económico? Así que lo primero que hay que hacer es llegar al fondo de la cuestión.

P. Usted ha tenido una vida increíble y ha estado en medio de muchas cosas, entre otras, durante la guerra de Irak. Ahora está retirado de ese tipo de vida pública, pero todavía sigue trabajando... ¿Llega un momento, ante tanto cinismo, tanta crueldad, tanta codicia, en el que uno se pregunta para qué molestarse? ¿Por qué no olvidarse de todo y retirarse de verdad de las tribulaciones del mundo?

R. Cuando me fui de la ONU, pensé que habíamos puesto en marcha muchas cosas pero todavía quedaba mucho por hacer, sobre todo en nuestro continente africano. Y algunas de esas cosas, como la seguridad alimentaria, me había prometido a mí mismo que iba a impulsarlas cuando dejara de ser secretario. Pero además tengo la actitud de que, si puedo ayudar a una persona, estoy haciendo algo importante. Cuando hablo con jóvenes y me preguntan qué deben hacer para convertirse en buenos ciudadanos globales, les digo que empiecen en su comunidad, su escuela, que hagan bien lo que puedan y partan de ahí. Si alguien ve que algo está mal, que organice a sus amigos y haga algo al respecto. O que diga: "Basta. No lo aguantamos más". A quienes son objeto de acoso o intimidaciones, eso les da el valor y la fuerza necesarios para seguir luchando. Por consiguiente, mientras siga teniendo algo de energía -y tengo la fortuna de haber vivido la vida y las experiencias que he vivido-, creo que seguiré teniendo algo que ofrecer. Por eso sigo trabajando, aunque sé que llegará un momento, para citar a mi buen amigo Mandela, en el que también tendré que retirarme de mi retiro. El retiro, según he descubierto, exige mucho esfuerzo.

(Publicado en El País el 13.12.2009).

viernes, 26 de marzo de 2010

miércoles, 24 de marzo de 2010

Manifiesto para la Aduana General de la República*

Vista Aerea por Celso R. Rodriguez.


No vayan a prohibirme la nostalgia.
No decreten que ese dolor interno es subversivo.

Déjenme allá soñar que no me he ido
Como ahora sueño aquí que ya me fui.

Permitan el libre flujo del delirio
La entrada y la salida del espíritu.

No se dejen seducir por los papeles:
Nadie va a traficar con ilusiones.

Los fantasmas sinceros no usan joyas.
Los perros no perciben las imágenes.

El sufrimiento no sale en las pantallas
Planas y grises de los Rayos X.

Vuestros agentes especiales
¿deducen las metáforas?

No ilegalicen la tristeza.
Es solamente amparo, no hay peligro.

No le impongan impuestos
Al cariño, al vacío, la asfixia, la amargura.

Las ruinas de la patria están seguras.
Tranquilos compañeros. Ya nos vamos.

Raúl Rivero

* Último poema escrito en Cuba, antes de salir para el exilio en España, el 1 de abril de 2005.

Foto: Celso R. Rodríguez, Flickr

lunes, 22 de marzo de 2010

Crónica clandestina con Raúl Rivero


Por Francisco J.*

Había algunos chaveas jugando pelota en un parque del municipio Playa, pero la falta de señalizaciones y la cuadrícula urbanística con calles denominadas con números y esquinas con más números me obligaron a caminar más de lo esperado en busca de aquella calle-guarismo del barrio de Kohly, todo un ejercicio de interpretación para los torpes gallegos recién llegados… como yo. El gallego despistado es una institución popular cubana como lo puede ser el cateto que se pierde al llegar a la ciudad, como es mi caso por ambas partes.

Por fin di con la casa, pero todavía no había nadie. Un vecino me preguntó que a quién esperaba y le dije que era un amigo de mi padre el que vivía allí. No era cierto pero no me fiaba de nadie. Esperé en el parque a que llegaran los anfitriones y allí fue que me senté a ver a unos cuantos adolescentes emulando a los toleteros de grandes ligas que ven ilegalmente por el cable pirateado, como el caso del beisbolista Kendry Morales que emigró en una balsa, pateras del Caribe, para llegar a otra tierra y cambiar así las penurias obligatorias de su familia de Sancti Spiritus, el mismitico centro de la isla de Cuba, por un contrato de millones de dólares como jugador de los Anaheim Angels, los Angelinos de Anaheim, como traducen los hispanos de Los Ángeles.

Kohly era un barrio bien para lo que se estila en La Habana, probablemente muchos de aquellos habitantes sí conocían el nombre de la mujer de Fidel Castro. Hubiera hecho la prueba pero por entonces yo no sabía el nombre. En la capital hay ciertos barrios, repartos y cuadras recientes, donde habitan los cargos medios y altos del régimen, dignidades y funcionarios de cierta importancia que poco tienen que ver con los emigrados orientales que pueblan barbacoas , como las de la antigua piscina del Hotel Bristol , y resuelven su existencia con riquimbilis, ya doctorados en las chivichanas cotidianas que si no fuera por campana en Cuba no hubiera lomas.

Aparecieron en el carro que manejaba Ángel Tomás González, corresponsal de El Mundo en La Habana. Junto a él pude ver a Raúl Rivero a quien había visto en un documental y en fotos de prensa. Súbitamente me puse un poco nervioso, respiré hondo. En el coche también iban Blanca Reyes, esposa de Raúl Rivero y Yolanda Martínez, una bilbaína casada con el corresponsal de El Mundo y cuya historia de amor me contó Ángel en el pasillo principal de su casa.

Más tarde llegó en su auto Lars Palmgren, corresponsal para Latinoamérica de la radio pública sueca durante más de 30 años. Él vivía en la costa chilena, entre Valparaíso y Viña del Mar, y había conocido en el ejercicio de su corresponsalía toda Latinoamérica, derrocamientos, revoluciones, sandinistas, contras, revueltas e incluso la modernidad chilena.

Mientras tomábamos una cerveza rusa, Raúl leía desentrañaba la extraña leyenda cirílica de la lata y recordaba con cierta nostalgia los tiempos en que fue director de la Agencia Prensa Latina en Moscú durante los años 70. No llegó a coincidir con Félix Bayón, que fue corresponsal de El País para la URSS en la década de los 80.

¿Quién le iba a decir a él que se convertiría con el tiempo en un Solzhenitsyn a la cubana?

Cuando Raúl Rivero era el jefe de relaciones públicas de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC), no podría imaginar que el sistema comunista le amargaría la vida hasta encerrarlo en una cárcel desvencijada y podrida. Romper con el comunismo le costó caro, el precio que se cobra el totalitarismo siempre es caro y doloroso. Es la muerte administrativa en todas sus posibilidades, incluso para su anciana madre doña Hortensia Castañeda, que aún mantiene intacta el habla camagüeyana en su exilio madrileño. A doña Hortensia le retiraron la pensión, tan ínfima como la moral de los que se la quitaron, y lo hicieron como chantaje psicológico ante el disidente que no escondía su voz.

Luego vino la cárcel pero Raúl, apaciblemente sentado en ese banco, no respondía con malas palabras ni exabruptos sobre ninguna cuestión, incluída “la política”. Yo sabía que algunos mayores de mi pueblo no hablaban de política cuando eran más de 30 años de democracia española, pero aquella sobremesa se dibujaba como una gran lección universal. Y en presente, bajo un trópico benévolo.

Por entonces, ya estaba publicado el libro Sin pan y sin palabras, de Raúl Rivero, pero esa lección la leí meses más tarde, aún con el recuerdo vívido de aquel día de marzo de 2005.

En cierto momento de la conversación, entre las cervezas rusas, me contó una anécdota que ahorita no recuerdo, y me recuerdo que me decía “mi amigo Paco”, mientras que me daba –con afecto- unas palmadas en la espalda. Era puro cariño, en los pequeños detalles, no resplandecía nada de odio en sus palabras ni actitudes, más bien todo lo contrario, aquellas horas fueron deliciosas, en las que un periodista en ciernes y preguntón se acerca a un maestro humilde y pausado.

A Blanca Reyes, esposa de Raúl, le recordé en cierto momento de la charla aquella entrevista que le hizo Carlos Herrera dos años antes, concretamente cuando le preguntó si tenía miedo en aquellos largos días en que Raúl Rivero estaba en la cárcel tras la Primavera Negra de 2003. “Cómo voy a tener miedo con todo lo que hemos pasado, ya no me pueden hacer más daño del que me han hecho”, le respondió ella, y Herrera, sin miedo, le repreguntaba por aquel diálogo que estaría siendo grabado por los servicios del régimen. Ella formaba parte de las Damas de Blanco por entonces y las sigue apoyando desde Madrid, un grupo pacífico que se reúne los domingos en la iglesia de Santa Rita de Casia, cerca de la Quinta Avenida, en el municipio Playa.

Recientemente se supo que había dos personas infiltradas por la inteligencia cubana en las Damas de Blanco, según los datos extraídos del ordenador de Raúl Reyes que capturó el ejército colombiano.

De nuevo aparecía en la conversación la resiliencia de Blanca y Raúl, tanto monta, esa resistencia psicológica ante el daño que infringe el totalitarismo de la barba en sus embates refinados por su maldad narcisista e intrínseca. Recordaba casi de memoria fragmentos de aquella entrevista y otro documental radiofónico realizado por Carlos Alsina en el que Blanca Reyes hablaba de Raúl mientras permanecía preso en Canaletas.

Hubo momentos en la conversación para hablar del habla popular cubana y rememorar el dicho del “gallo de Morón”, el Morón andaluz como el Morón de Camagüey, éste sin frontera. Hablábamos de aquel gallo, sin plumas y cacareando, como ahora lo está Fidel desde su jaula de oro hospitalaria soltando su gallinazo crónico en forma de crónicas y artículos.

Como tantos cubanos amamantados en la dulce quimera del primerizo idealismo revolucionario de los años iniciales de la Revolución de los barbudos, les punzaba interiormente el descubrimiento progresivo de que aquel sueño se había convertido en una construcción estalinista atrozmente falsa, atosigante, liberticida. Así le sucedió a Raúl Rivero en los años noventa, o quizá fue antes, paulatino, como a tantos otros destacados artistas, escritores o periodistas. Rompió su relación con la UNEAC en 1989 y en 1991 suscribió la Carta de los intelectuales y la Carta de los Diez. La palabra intelectual está devaluada si no es orgánico, afín al sistema, calladito y borreguil con el poder barbado. Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada, es decir, lo que diga yo, el Supremo Fidel, y punto. No hay más que hablar.

La UNEAC hizo con Raúl Rivero como aquella siniestra y homóloga organización soviética que expulsó a Solzhenitsyn por sus constantes infracciones a la moral socialista, esas actitudes contrarrevolucionarias que los comunistas hispanos señalaban sin rubor como propias de un agente de la CIA. El ejemplo de Rivero como un Solzhenitsyn caribeño ya me rondaba la cabeza cuando empecé a leer los libros de Raúl, y más aún cuando unos jartibles niñatos comunistas le reventaron una conferencia en la Universidad de Sevilla.

Solzhenitsyn dejó escrito antes de morir un epitafio universal: “He pasado de un mundo donde no se puede decir nada, a un mundo donde se puede decir todo, y no sirve para nada” . Ésa es la personalidad como destino, y viceversa, para los que niegan las mentiras obligatorias del totalitarismo.

Compré dos botellas de vino para ese almuerzo, un vino español que se vendía en las Galerías Paseo, que estaban aquella mañana atestadas de gente en los pasillos pero no tanto en las tiendas: era un supermercado libre, caro para los cubanos que se mantenían con la cuota y con pocos pesos convertibles. Pero si vas con fulas , como cualquier yuma recién llegado, puedes comprar muchos productos, encarecidos por la escasez del socialismo, valga la redundancia. Llevaba otros regalos en la maleta que preparé en Granada con algo de intuición. Eran dos libros: Leyendas de la Alhambra de Washington Irving, y El Buscón de Quevedo. Yo quería hacer de embajador granadino porque el Ayuntamiento de Granada el ofrecía un puesto para que pudiera ganarse la vida en España… si le dejaban salir de la isla. Del sufrimiento del poeta Rivero sabía el hermano del poeta, Luis García Montero, por entonces concejal de cultura del Ayuntamiento de Graná . Y Granada no quiere sentir en sus carnes padecimiento de un poeta, ni su encarcelamiento, ni su muerte, nunca más.

La camisa vaquera de Raúl Rivero que repite como un amuleto, con aires de libertad, una peculiar historia de afectos y recuerdos que se presume, como si él fuera un vaquero de Marlboro que fuma sólo cigarrillos, ya no fuma puros, hace tiempo que no los fuma. La sencillez de un hombre amable, un poeta que a pesar de haber sufrido la cárcel, no estaba enrocado en ese dolor íntimo que mata sentimientos cuando deja que el odio se esparza, sino que era un hombre abierto y con un corazón admirable, sin extremos ni resentimientos.

De cómo se gestó la libertad de Raúl Rivero adiviné con torpeza algunos detalles, otros me las contó Ángel Tomás González, y el resto del relato de cómo lo pusieron en libertad se seguirá escribiendo desde un sofá de Cartagena de Indias.

* Francisco J. es un periodista. Esta crónica fue publicada en su blog, Las palabras no caen al vacío, el 27.4.09.

viernes, 19 de marzo de 2010

Censura y contracultura en Cuba

DICIEMFREE... por orlandoluispardolazo.

Por Ariel Hidalgo

Era realmente un contrasentido, pero hace pocos años, entrevistando a Víctor Casaus, presidente del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, le preguntaba si, a diferencia de la creencia de los opositores tradicionales de que la sociedad civil cubana resurgiría de la marginalidad social --la gran diversidad de grupos disidentes--, no sería posible que, dada la proliferación de fundaciones y centros reconocidos oficialmente y actitudes aparentemente independientes, esa sociedad civil surgiera realmente dentro de los predios del propio establishment, esto es, los espacios establecidos por el propio poder del estado-partido único. Digo contrasentido porque estado y sociedad civil son, supuestamente, dos categorías excluyentes.

Ya en 1998, analizando el caso CEA y otras manifestaciones independientes de instituciones oficialistas, había publicado en el espacio digital de El Nuevo Herald el artículo La vanguardia silenciosa en Cuba, donde rechazaba las acusaciones gubernamentales de ``quintacolumnistas'' y de ``agentes del imperialismo'' para considerarlos como ``producto de la natural diversidad que implica cualquier sociedad del mundo''. Diez años después, en 2008, ocurrieron algunos acontecimientos poco publicitados. El 1ro de mayo del 2008 un grupo de socialistas autogestionarios cubanos intentó participar por cuenta propia en el desfile en la Plaza de la Revolución de La Habana con consignas ecologistas. La policía política lo impidió. Luego varios de ellos fueron expulsados de sus centros laborales. Y en agosto un grupo de reconocidas personalidades de la cultura y el partido, algunos de ellos ya retirados, publicaron en las revistas digitales más visitadas por los cubanos del país un ambicioso programa autogestionario que garantizaba todas las libertades fundamentales, modelo al que llamaron ``socialismo democrático participativo''. Estos hechos eran señales que auguraban, para 2009, un año candente ante el evidente fracaso del modelo monopolista de estado y el despertar de amplios sectores entre las propias filas gubernamentales. Y así fue. Aunque la prensa internacional se enfocó mucho más en el escenario marginal del contrapunteo entre disidencia y represión gubernamental, en el nuevo año, tras el foro, comenzó a humear silenciosamente un inmenso volcán.

• Debates abiertos al público o a estudiantes sobre diversos temas, principalmente la cultura y los medios digitales, posibilitan las críticas abiertas a las restricciones sobre la información y a la expresión cultural, como los de la Revista Temas, la revista digital Esquife y el del Instituto de Ciencias y Tecnologías Aplicadas (INSTEC). Como respuesta, las autoridades ordenan controlar el acceso del público en los dos primeros casos y la prohibición en el segundo con la expulsión de un profesor.

• Aumentan los artículos críticos publicados en diversos blogs contra el inmovilismo gubernamental. En mayo de 2009 el dirigente del Banco Central de Cuba, Miguel Arencibia Daupés, es --que yo sepa-- el primer expulsado de su trabajo por artículos en la revista digital de izquierda Kaos en la Red a favor de cambios en la política cubana. Tras él seguirían otras cesantías.

• Las letras de los números de artistas de hip hop adquieren un mensaje cada vez más crítico, por lo que son excluidos de los espacios públicos y objetos de persecución policial.

• El 20 de septiembre, en la provincia Granma, Alexander Delgado Sosa, director de un espacio televisivo, y el guionista Juan Ramírez Martínez, transmiten El grito, corto premiado en varios eventos, por lo cual son expulsados del canal CNC, hecho en sí no tan importante como la protesta de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que Granma no tendría más remedio que publicar.

• El 6 de noviembre, cerca de 200 jóvenes marchan pacíficamente contra la violencia por la avenida 23, desde G hasta L, en La Habana, organizada por los grupos artísticos Los Aldeanos, Omni-Zona Franca y Demongeles. Algunos que se dirigen a la marcha son interceptados en plena calle con insultos y violencia como ocurriera con tres conocidos blogueros. Luego excluirían de los escenarios a varios de los organizadores.

• El 11 de diciembre, el grupo artístico Omni-Zona Franca es desalojado del espacio que ocupaba por diez años en la Galería Fayad Jamís de Alamar mediante un conato de acto de repudio con presencia de ambulancias y policías.

• El 18 de diciembre, se publica una carta donde se denuncian algunos de los hechos mencionados con decenas de firmas de reconocidas figuras de la cultura y el mundo académico.

No se debe pedir a los firmantes ir más allá, reprochándoles no incluir en su documento los aborrecibles actos, al estilo nazi, contra mujeres indefensas que en las calles sólo clamaban, con flores en las manos, por sus maridos condenados injustamente a largas condenas. Ya han dado, con esto, un importante paso. Pero deben precaver y no dar al poder pretextos para satanizarlos como hicieran con la ya olvidada Carta de los intelectuales del 91. Marginalizarlos es excluirlos de la verdadera palestra donde ha de decidirse el destino de la nación.

(Publicado en El Nuevo Herald el 1.1.10).

Foto: orlandoluispardo, Flickr

miércoles, 17 de marzo de 2010

lunes, 15 de marzo de 2010

Entrevista desde un balcón colombiano


Tania, en 1974 comenzaste tu vida periodística en la revista Bohemia. ¿Qué recuerdas de aquella época?

Soy autodidacta. Bohemia fue mi escuela de periodismo, porque en esa época en ella trabajaban excelentes reporteros, como Mario Kuchilán, Fulvio Fuentes, Mario García del Cueto, Reinaldo Peñalver y Alberto Pozo, entre otros, y aún era fuerte la influencia que había dejado el anterior director, Enrique de la Osa. Había buen ambiente de trabajo, entusiasmo, disciplina y ética periodística. Las relaciones entre los más viejos y los más nuevos eran muy buenas. Igualmente eran estupendos los vínculos entre periodistas y fotógrafos, casi todos fotorreporteros, como Gilberto Ante, Tony Martin, Juan López Carlón, Ricardo Barrero, Raúl Castillo y Luis Toca, entre otros que ahora recuerdo. Algo que siempre aprecié en Bohemia es que los que cubríamos un sector, en mi caso cultural, nacional y económico, estábamos al tanto de lo que hacían los de la redacción internacional, histórica, deportiva y también con el departamento de diseño, entonces dirigida por Ñico, Antonio Marín. Tuve buenos colegas de trabajo entre los diseñadores y ahora quiero recordar a Xiomara Crespo, ya fallecida, a Pedro Contreras, Hortensia Dejú, Manuel López Allistoy, Pelly y Enrique Agramonte, quien ahora vive y trabaja en Puerto Rico.

¿Qué vivencias tienes de aquellos primeros años de la revolución cubana?

De la revolución cubana tendría mucho que contar, pero prefiero recordar la ilusión de los primeros años, sobre todo para mí, que procedía de una familia del Partido Socialista Popular, que era como se llamaba el partido de los comunistas cubanos antes de 1959.

Poco a poco esa ilusión se fue desvaneciendo y la culpa la tuvo Fidel Castro, porque todos esperábamos una sociedad aún más libre y democrática, pero no fue así, por su aferramiento al poder. Afortunadamente mi padre era un hombre muy pragmático y de él aprendí a tener siempre los pies en la tierra, a ser inconforme y crítica y por ello nunca me callé cuando algo lo consideraba injusto y mal hecho.

Bohemia fue uno de los varios centros donde laboré a partir de 1959. El último, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, donde permanecí catorce años. En todos esos lugares, mis compañeros de trabajo me recuerdan como una persona trabajadora, pero también "conflictiva", como en Cuba le dicen a los que no se dejan meter el pie.

Nadie nunca me pudo cortar las alas, siempre me sentí libre. No fui militante del partido ni de la juventud comunista, ni tuve cargos de dirigente ni de nada. Lo mío siempre fue trabajar. Bastante mal remunerada, por cierto: mi más alto salario fue en el ICRT, 250 pesos (unos diez dólares al cambio actual).

¿Y de la Unión Soviética qué recuerdas?

Antes de responder, una aclaración: nunca viajé a ese país ni aprendí el idioma ruso. De la Unión Soviética también me desilusioné, como le pasó a la inmensa mayoría de los pueblos que veían en ella la gran nación socialista, el gran futuro. Y ya sabemos lo que realmente era y lo que ahora es, un país muy dividido, con infinidad de problemas y desigualdades y que en 1917 trataron de meter en un solo país, la URSS, algo que no funcionó, porque eran repúblicas y etnias muy distintas unas de otras.

En una biografía tuya leí que en 1980 fuiste condecorada con la Medalla de Plata de la Liga de Amistad con los Pueblos de la República Democrática Alemana, ¿Cuál fue el motivo de tal distinción?

Me concedieron esa distinción porque en 1978 publiqué en Bohemia una investigación sobre los alemanes antifascistas que pudieron escapar de Alemania cuando se desató la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el pintor Gert Caden, de Dresden, quien en La Habana fundó un comité de alemanes antifascistas. Por esa investigación fui invitada a la RDA en junio de 1979, donde permanecí tres semanas como periodista. A mi regreso, en Bohemia publiqué unas 50 páginas de ese viaje. Según supe después, del ministerio de relaciones exteriores de la RDA dijeron que había sido la periodista más productiva de todos los que viajaban a la RDA, fueran capitalistas o socialistas.

Dos años después, en 1982, haces el tránsito a la televisión cubana.

Para mí trabajar en la televisión cubana fue todo un reto. Y si Bohemia fue mi primera escuela de periodismo, la televisión cubana fue la segunda. Comencé en el Instituto Cubano de Radio y Televisión en julio de 1982, tenía ya 40 años, y algunas personas me dijeron que no iba a adaptarme a ese medio, porque estaba acostumbrada al periodismo escrito, más tranquilo y sedentario.

Pero ellos no sabían que durante los años que trabajé a tiempo completo en Bohemia, aproximadamente entre 1975 y 1980, mi productividad era igual o superior a la que hubiera tenido en un periódico de tirada diaria. En la televisión pertenecí a los servicios informativos y, entre otros espacios, trabajé para el Noticiero Nacional de Televisión, la Revista de la Mañana, Conversando, Panorama y Puntos de Vista.

Durante un tiempo escribí guiones para una redacción que dirigía María Fortes, muy buena persona. Se llamaba Redacción de los Países Amigos y en las fechas patrias de aquellos países con los cuales Cuba en ese momento tenía buenas relaciones, como la URSS, RDA, Polonia, Hungría, Vietnam, España, se le dedicaba una programación especial, para la cual yo tenía que escribir un guión, de acuerdo a las ideas del director. Fue un trabajo interesante, porque tenía que informarme bien y buscar imágenes, labor en la que ayudaba la secretaria, Dorita, mujer educada y agradable.

De esa etapa lo que más recuerdo fueron los programas que grabé con Manolo Rifat en Trinidad, ciudad patrimonio de la humanidad, situada a unos 400 kilómetros de la Ciudad de La Habana. Rifat, era uno de los grandes directores que ha tenido la televisión cubana. No recuerdo los nombres y apellidos de todos con quienes trabajé en el ICRT, pero a todos, periodistas, directores, productores, editores, videotecarios, camarógrafos, luminotécnicos, electricistas, choferes, oficinistas, personal de la limpieza, los recuerdo con cariño.

Durante cinco años fuiste realizadora del programa Puntos de Vista. ¿De qué trataba este programa? ¿Cuáles fueron sus aportes?

Era un programa de encuestas en las calles, sobre temas populares, y no fue demasiado censurado, porque coincidió con la influencia de la perestroika y la glasnost en la Isla. Trabajé como realizadora de Puntos de Vista desde 1987 hasta 1991. Algunos tuvieron buena repercusión en la prensa, como El Servicio Militar, La Pelota, Veneno sobre Ruedas, Las Telenovelas y Mujeres Dirigentes, Ponerse en su Lugar.

Mi aporte principal fue incorporar a jóvenes para que compartieran conmigo la realización. Entre ellos podría mencionar a Alexis Núñez Oliva, en ese momento humorista-periodista y hoy productor ejecutivo en Televisa; Orlando Carrió, periodista del periódico Tribuna; a varias estudiantes de periodismo (Rosa Miriam Elizalde, Grisell Pérez, Dania Rosales); y a mi propio hijo, Iván García, quien junto con Alexis me ayudaron en un Puntos de Vista sobre cine, televisión y video, grabado durante un Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Una mención aparte merece Frank Romero, quien trabajaba como técnico en el master de la televisión, pero tenía muchas inquietudes creativas y quería dedicarse a la realización de programas, documentales, videoclips. Frank habló con Maelia Divó, editora con la cual solía trabajar y a quien también recuerdo con mucho cariño. Maelia me puso en contacto con Frank e inmediatamente lo sumé al equipo del próximo programa, El Servicio Militar.

A partir de ahí, Frank comenzó a superarse, pasó cursos y actualmente trabaja en lo que le gusta. A fines de los años 90 estaba esperando un ómnibus, en la parada de 9na. y 86, Miramar, y él venía en una bicicleta y cuando me vio se detuvo y muy contento me saludó, algo que le agradecí, porque ya todos sabían que me había hecho periodista independiente y muchas personas evitaban saludarme y dirigirme la palabra en público. En Cuba faltan muchas cosas, pero si algo abunda es el miedo. Pero Frank no sólo me saludó, sino que me dijo que en su currículo y en todas partes decía que si él había logrado hacerse realizador había sido por mí.

Tengo entendido que uno de tus programas, La Creatividad, te significó el comienzo de roces con el gobierno cubano. ¿Por qué?

Ese programa no gustó a algunos dirigentes, como a José Ramón Fernández, entonces ministro de Educación, quien llamó para quejarse a Rodobaldo, director del Canal Tele Rebelde en ese momento. Pero no fue el comienzo de roces con el gobierno. Era un programa donde se cuestionaba sobre la creatividad del cubano.

Recuerdo que una tarde en que estábamos grabando por Palatino, en el Cerro, el tiempo se nubló y comenzó a lloviznar y decidimos entrar a la heladería Ward, situada en la avenida Santa Catalina, cerca de la Ciudad Deportiva. Consciente de lo que costaba un día de grabación en la calle, con un equipo de media docena de personas y una guagüita (ómnibus pequeño), para no desaprovechar el tiempo, después de tomarnos unos helados, comencé a entrevistar a los usuarios.

Sus respuestas no eran muy interesantes y cuando me disponía a hacer la última, una muchacha, residente en San Miguel del Padrón, uno de los municipios más marginales de la Ciudad de La Habana, dijo estar en desacuerdo con preguntar sobre la creatividad, cuando sucedían cosas más importantes en el país.

"Cómo cuáles", le pregunté, y ahí se explayó y contó de una escuela primaria en muy mal estado en su municipio, a punto de desplomarse. El camarógrafo que ese día me acompañaba era Jorge del Valle, más conocido por El cangrejo, y a quien casi siempre solicitaba para trabajar conmigo, no sólo porque era uno de los mejores, sino porque tenía mucha paciencia, buen carácter y enseguida captaba lo que quería.

Cuando terminamos de grabar, Elcangrejo me dijo: "Tania Quintero, a ver si tienes valor y pones esa descarga completa, porque es lo mejor que te han dicho". Le respondí: "Claro que la voy a poner, cuando estructure el guión ya veré donde la ubico". La puse en medio del programa. Y para "suavizar" aquella fuerte crítica, a continuación hice una pausa musical, con unos atractivos peces de colores. De fondo, Juan Luis Guerra cantando Burbujas de Amor, canción de moda en ese momento en Cuba. Las casualidades de la vida: en 1988, hace veinte años, utilicé Burbujas de Amor para un programa televisivo crítico y fue una de las canciones interpretadas por Juan Luis Guerra en PAZ SIN FRONTERAS, esa genial iniciativa que tuvo Juanes y que convocó a más de cien mil colombianos, ecuatorianos y venezolanos en un sitio donde estuvo a punto de estallar una guerra entre latinoamericanos.

En 1991, la detención de tu hijo Iván por la Seguridad del Estado, acusado de "propaganda enemiga" te cambia la vida. ¿Cómo terminó ese incidente?

A estas alturas, pienso que el régimen se dio cuenta de su error y de lo mal que manejó aquella detención de mi hijo y, sobre todo, el haberme puesto en una lista negra. Porque fue la gota de agua de mi desilusión por el proceso revolucionario. Eso fue en 1991, no obstante, no me declaré abiertamente disidente.

Me hice periodista independiente el 23 de septiembre de 1995, cuando el poeta, escritor y periodista Raúl Rivero fundó la agencia Cuba Press. Un par de meses después mi hijo comenzó a escribir también para Cuba Press, primero con notas deportivas (el deporte es su fuerte) y posteriormente con crónicas de la realidad cotidiana.

A raíz de este problema de Iván, tu carrera periodística quedó en suspenso. ¿Qué recuerdas de aquella época?

Fui hija única y desde pequeña mis padres me prepararon para enfrentar sola la vida. Antes de la revolución, los pobres, si estudiaban y se esforzaban, tenían oportunidades. Mis padres no pasaron del cuarto grado, pero a mí desde muy niña me inculcaron el amor por el estudio y la lectura. No sólo sacaba buenas notas, sino que era una alumna muy activa, participaba en actos patrióticos, humanitarios, artísticos.

Nunca fui una niña mimada ni blandengue y eso me ayudó a enfrentar todas las dificultades de la vida. Y por ello, cuando a mí y a mi hijo nos declararon no personas, nos excluyeron de todo y pretendieron que hasta los vecinos nos repudiaran, soporté todo con dignidad, sin echarme a llorar ni deprimirme, como ahora mismo soporto cinco años de exilio con mi hijo en La Habana y sin conocer a mi nieta de cinco años. Porque por muy duro que todo eso pueda ser, no es más duro que lo que están pasando los cientos de secuestrados por las FARC y el dolor de sus familiares. O lo que pasan hoy en las cárceles cubanas más de 200 presos políticos y el sufrimiento que ello representa para sus familias.

En 1995 viene la invitación de Raúl Rivero a formar parte de Cuba Press. Tu aceptación te coloca en la otra orilla del periodismo cubano, el independiente. ¿Cómo fueron esos inicios escribiendo sobre una Cuba vista desde una óptica distinta?

Fue algo natural, porque siempre viví entre la gente, haciendo colas, cogiendo guaguas (transporte público), con muy poca ropa en el escaparate y poco dinero en el monedero. Siempre fui una cubana de a pie, que vivió en casas donde faltaba el agua y había que cargarla, con un refrigerador viejo y un radio más viejo aún, sin tocadiscos ni grabadora ni cámara fotográfica. Para que se tenga una idea, tuvimos televisor por primera vez el 31 diciembre de 1977, en blanco y negro, de la marca rusa Krim.

Me casé en 1963 y en 1969 me divorcié, él era abogado y militante del partido, pero no fue un buen padre, le gustaba tomar y terminó alcoholizado, murió de un derrame cerebral el 31 de diciembre de 1977, el mismo día que compramos el televisor. Con ayuda de mi madre crié a mis dos hijos en años muy duros, cuando conseguir un par de medias y de zapatos para un niño era una proeza. Cuando me hice periodista independiente fue cuando conquisté lo que todo periodista anhela, total libertad para escribir.

El círculo comienza a cerrarse cuando en 1996 te expulsan del Instituto Cubano de Radio y Televisión. ¿Qué motivos adujeron?

Los motivos que alegan todos los regímenes totalitarios, que trabajaba para el "enemigo". El problema era, y sigue siendo, que como en Cuba los disidentes y los periodistas independientes no tienen voz ni voto, no les publican en la prensa nacional ni pueden hablar por la radio y la televisión del país, sólo les queda un recurso para hacerse escuchar: utilizar alguna organización que desde el exterior les publique sus noticias, hablar por Radio Martí y dar entrevistas a periodistas extranjeros.

Volviendo a tu pregunta: me convocaron a una reunión el 4 de abril de 1996 en la oficina de Danilo Sirio, entonces vicepresidente del ICRT, con él y dos funcionarios más, Formoso, por el comité del partido del organismo, y Cristóbal Martínez, periodista (de la raza negra, como yo), en representación del sindicato. Luego de escuchar una serie de argumentos, que ninguno valía la pena rebatir, quedé oficialmente expulsada.

Tenía 54 años y en ese momento acumulaba 37 años ininterrumpidos de trabajo (comencé mi vida laboral en agosto de 1959, cuando aún no había cumplido los 17). Danilo Sirio, recientemente nombrado presidente del ICRT, dijo que la revolución iba a ser generosa conmigo y me iban a dar una pensión como jubilada. Todavía la estoy esperando.

En febrero de 1999, apareces en un reportaje especial al lado de José Saramago y el obispo cubano Pedro Meurice, en la RTP (Rádio e Televisão de Portugal). ¿Qué temas se trataron? ¿Qué significó para ti como periodista independiente?

En los primeros días de enero de 1999 se apareció en mi casa Alberto Serra, periodista portugués de la RTP. Además del frío ese día, yo estaba en los preparativos de la comida, preocupada porque no tenía dólares para comprarle unos juguetes a mi nieta para el día de Reyes. Recuerdo que tenía puesto el pulóver rosado que me había dejado una periodista del Chicago Tribune que había estado en Cuba para la visita del Papa, y así mismo, sin arreglarme y ni siquiera peinarme, me senté en la silla al lado del teléfono, y respondí todo lo que me preguntó.

En realidad a quien él quería entrevistar era a Raúl Rivero, pero al no poder localizarlo, alguien les sugirió mi nombre. Serra no me dijo que yo iba a aparecer al lado de José Saramago ni del Obispo Pedro Meurice. Si me lo hubiera dicho, no le hubiera dado la entrevista, porque Meurice me simpatizaba, pero no Saramago: su miopía no siempre le permite ver la realidad, al menos la de los cubanos.

Por un cable de EFE me enteré de ese programa especial, trasmitido el 25 de febrero de 1999 por la RTP de Portugal. Si después lo he mencionado ha sido porque lo encuentro anecdótico, no porque lo considere meritorio ni importante. Como tampoco le he dado valor a que en su libro “Y Dios entró en La Habana”, el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán me mencionara. Nada de eso ha influenciado mi forma de ser y pensar ni tampoco nada me ha reportado. ¿Ser un poco más conocida? Algo que me resbala, porque para mí, todas las vanidades, ¡a la hoguera!

Perteneciste a la "Sociedad de Periodistas Márquez Sterling", cerrada en 2003. Háblanos sobre esa experiencia.

La persona idónea para hablar de esa Sociedad es Ricardo González Alfonso, pero lleva cinco años preso, purgando una injusta e inhumana condena de 20 años. Fuí un miembro más, no demasiado activa, porque al vivir en una sociedad machista, al igual que otras cubanas y latinoamericanas, tenía la responsabilidad de alimentar a mi familia: madre, dos hijos y nieta. Tener que cocinar cada día en un país con gran escasez de alimentos y salir a la calle a ver qué conseguía para poner al fogón, jabón para bañarse o lavar la ropa es una responsabilidad muy angustiosa y extenuante.

Y como Ricardo y Raúl Rivero estaban conscientes de esa cruz que desde 1959 cargan las amas de casa cubanas, la mayor parte de las veces me mantenían al tanto por teléfono y en tres o cuatro ocasiones nada más asistí a reuniones. Escribí las dos veces que me lo solicitaron. En el primer número de la revista De Cuba, de diciembre 2002, me publicaron Deshojando la discriminación, y en el segundo y último, de febrero 2003, un mes antes de la oleada represiva, El regreso de David.

En un artículo tuyo publicado en Cubaencuentro () hablas del doloroso caso de Jorge Luis García Pérez (Antúnez), ¿has conseguido comunicarte con él? ¿Al final resultaron ser parientes?

Nunca conocí personalmente a Jorge Luis, sí a su hermana Bertha y a su esposo, Alejandro, ahora los dos con sus hijas viviendo en Miami. Jorge Luis se casó y sigue en Placetas, su ciudad natal. Ha estado ingresado, su salud es muy delicada y ojalá pudiera salir a hacerse un buen chequeo y tratamiento fuera. Hasta ahora no hemos descubierto el parentesco, pero en alguna rama del árbol genealógico de los Antúnez cubanos debemos haber coincidido. Hasta donde sé, el primer Antúnez que llegó a Cuba, creo que en el siglo 15 o 17, era judío sefardita y arribó procedente de Portugal, por lo cual su apellido original debe haber sido Antunes.

En noviembre de 2003 abandonas tu patria. ¿Cómo fue la llegada a Suiza? ¿Cómo se cumplió tu proceso de adaptación?

Del viaje, llegada y estancia en Suiza no quiero aún hablar, porque con esas vivencias quiero continuar y terminar el libro que comencé a escribir en La Habana en diciembre de 2002. El proceso de adaptación ha sido bueno.

¿Cómo es tu vida hoy en Suiza?

Vivo en Suiza como refugiada política, lo cual me garantiza un status legal, con una serie de derechos, pero también con unos cuantos deberes, que hasta ahora mi hija, mi nieta y yo hemos cumplido y seguiremos cumpliendo. Los suizos son muy estrictos a la hora de conceder asilo político y lo son aún más después que lo han concedido. No es ningún "exilio dorado", como algunos pueden suponer. Un refugiado político tiene muchas más restricciones y obligaciones que cumplir en Suiza que en Estados Unidos o España.

Mi hija, mi nieta y yo vivimos muy modestamente, con muchas limitaciones, pero no nos quejamos, sabemos que son normales y que de nosotras dependerá tener mejores condiciones de vida. Las tres le estamos muy agradecidas al gobierno suizo por la forma en que nos ha tratado desde el mismo momento que solicitamos asilo, en junio de 2003, en la Embajada de Suiza en Cuba.

Ya cumplí los 65, edad de jubilación para mujeres y hombres en Suiza. Mi hija ha logrado aprender el alemán y ha pasado distintos cursos, y poco a poco se encamina, teniendo en cuenta que ya tiene 43 años. Mi nieta llegó con 9 años y es la que más podrá aprovechar el privilegio de vivir y estudiar en un país de personas trabajadoras, organizadas y civilizadas.

¿Cuándo verá la luz ese libro interrumpido en 2003?

Primero tengo que terminarlo, después buscar un editor serio e interesado en publicar un libro de testimonios personales de una periodista de la tercera edad.

¿Cuáles son tus planes futuros?

Vivir para ver crecer a mis nietas.

Pasando al tema de la Cuba actual, ¿qué papel juega Raúl Castro?

De momento está jugando un papel secundario, tratando de conquistar los medios internacionales con noticias relacionadas con el tema migratorio, la venta de computadoras y de aperos de labranza a los campesinos. Pero no creo que se arriesgue a hacer, ni siquiera intentar, los verdaderos cambios que necesita Cuba y que van más allá de que los cubanos puedan entrar y salir de su país o tener determinados equipos electrónicos en sus hogares o de que dejen de circular dos monedas, sino declarar una amnistía general e incondicional para todos los presos políticos cubanos y comenzar a construir una sociedad democrática, con libertad de expresión, asociación y reunión. Que cumpla todos los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la cual Cuba fue firmante el 10 de diciembre de 1948.

¿Cómo se encuentra hoy en Cuba el periodismo independiente?

En las cárceles cubanas hay 25 presos políticos que escribían como periodistas independientes. Pese al hostigamiento y la represión, el periodismo independiente ha logrado sobrevivir de un extremo a otro de la Isla. Sus informaciones y crónicas no serán las mejores, pero sin ellos no sabríamos lo que realmente está pasando en Cuba. Casi ninguno ha estudiado periodismo -yo tampoco- pero ya se sabe que si una profesión se puede ejercer sin pasar por la universidad es el periodismo. Desde aquí los sigo, les tengo mucho respeto y admiración, por lo que pasan para trasmitir una noticia y por el riesgo que cada día corren. Los verdaderos periodistas independientes, no los infiltrados por el Departamento de Seguridad del Estado.

¿Hay esperanzas para los disidentes presos?

Lamentablemente no. Parece que los soltarán por cuentagotas, como monedas de cambio o para complacer a determinado visitante ilustre.

Tania Quintero en pocas palabras

Un sueño

-Que Cuba un día se convierta en un país moderno, desarrollado, democrático y tolerante, sin perder la alegría. Y que nuestra música y nuestros ritmos vuelvan a sonar en el mundo como antes de 1959.

Una meta

-Nunca tuve madera de deportista y por tanto, nunca me he propuesto metas. La vida misma te las pone y te las quita.

Una frustración

-Que en Suiza no haya mar, sólo lagos y ríos.

Una alegría

-Encontrar un portador para mandarle cositas a mi nieta de La Habana.

Un poema

-Olvido de Memoria, de Raúl Rivero. Es corto, lo transcribo:

”Sólo los recuerdos olvidados duelen más que el propio olvido. No es tan grave perder un nombre, un rostro y unos besos definitivamente. Lo insoportable es haberlos recordado y que la memoria no alcance para que se salven y nos traigan una línea de gozo o de suplicio. Todo olvido es sagrado” .

Una canción

- ”Y tu qué has hecho”, de Eusebio Delfín, interpretada por María Teresa Vera acompañada de Lorenzo Hierrezuelo.

Un cantante

-Un cantante no, muchos cantantes. De los cubanos, haciendo una gran selección: Benny Moré, Bola de Nieve, Carlos Embale, Pablo Milanés, Elena Burke, María Teresa Vera y Celia Cruz. De los extranjeros: Nat King Cole, Frank Sinatra, Gal Costa, Celine Dion, Andrea Bocelli y Gilberto Santa Rosa.

Un libro

-Made in Japan, de Akio Morita.

Un lugar

-El Malecón de La Habana.

Un personaje

-Nelson Mandela.

Un proyecto

-Poder terminar ese libro.

Un recuerdo

-El de todos los amigos y parientes que dejé en Cuba.

Un amor

-El que siempre he sentido por mi familia y mi ciudad. Es más grande e importante que el que alguna vez sentí por un hombre.

Un secreto

-Soy agnóstica, pero en los momentos difíciles pienso en Sai Baba, la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II y San Judas Tadeo.

¿Algo más que quieras añadir?

¿Crees que todavía me queda algo por compartir? Gracias, Lully, por el interés demostrado hacia esta periodista-abuela. Si me permites, quiero aprovechar para enviar mis más sinceros saludos a todos los lectores de equinoXio, en particular a los colombianos. Estoy al tanto de todo lo que pasa en Colombia y de corazón deseo que se acabe de producir un verdadero diálogo y una verdadera mediación y que todos los secuestrados puedan volver a sus casas.

(Versión de entrevista realizada por la colombiana Lully Posada y publicada en http://reflexionesaldesnudo.equinoxio.org/ el 24 de marzo de 2008).

viernes, 12 de marzo de 2010

El castillo que hechizó a Michael Jackson

Hotel Gutsch / Gutsch Hotel por Márcio Cabral de Moura.

Por Tania Quintero

No sé cómo Michael Jackson se enteró de la existencia de este fabuloso castillo, situado en el cantón de Lucerna, Suiza, y con una historia que nace en 1859, cuando un suizo nombrado Burkhard Pfyffer, compró un lote de tierra en lo alto de una colina llamada Gütsch.

Su intención era construir un restaurant, pero veinte años después, en 1879, otro suizo, Ignaz Businger, compró el terreno y edificó un hotel con una torre en el medio. Posteriormente, construyó un monorraíl, para poder subir y bajar con más comodidad, sobre todo en el invierno. En 1888 fue levantado un segundo piso y otra torre a la entrada del hotel.

Tras una larga renovación, en 1947, dos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, reabrió las puertas. En 1954 los nuevos propietarios lo bautizaron con su nombre actual, Château Gütsch. Luego de sucesivas remodelaciones, el restaurant Petit Palais -en el castillo inferior- y diferentes áreas fueron abiertas al público en julio de 2008.

Para el 2012, los planes son convertir el Château Gütsch en hotel y boutique de lujo. Las actuales 31 habitaciones serán reducidas a 20, de generosas proporciones. En un edificio aledaño, entre habitaciones y suites se construirán 40, además de un spa y un salón de banquetes, entre otras instalaciones.

070425_Lucerne_P1010229 por gerdb456.

Hace tres años, cuando en Weggis, una de las localidades más turísticas de Lucerna, se preparaban para la llegada de Kaká, Ronaldinho, Ronaldo, Robinho, Roberto Carlos y otros integrantes de la selección nacional brasileña, que durante dos semanas previas al Mundial de Fútbol Alemania'06 se alojarían en el Park Hotel Weggis y entrenarían en el Brazil Football Camp, saltó la noticia de que Michael Jackson quería comprar el Gütsch.

El 26 de abril de 2006 escribí Brasil regala un gol a Lucerna, una nota hasta ahora inédita. Al final decía:

-Por los mismos días en que los suizos con los abrazos abiertos recibían la buena nueva de que la selección de Brasil se alojaría en Weggis, los residentes en Lucerna se enteraban de que Michael Jackson estaba interesado en adquirir el Hotel Gütsch, construido en lo alto de una colina, al oeste de la ciudad.

-La noticia no fue bien recibida por la mayoría de los lucernenses, quienes a través de internet y de la prensa local manifestaron su desacuerdo: casi nadie en Lucerna quiere que uno de sus monumentos vaya a parar a manos de una estrella en decadencia y sospechosa de pedofilia.

-Lucerna no suele ocupar titulares en los medios internacionales, pero de la noche a la mañana, se ha convertido en centro de atención debido a famosos de muy distinta naturaleza.

north view por stevem78.

De haberlo comprado y haber venido Michael Jackson a vivir al Gütsch, hubiera sido vecino mío. Para ir al hotel, hay que bajarse en la parada antes de la mía, que se llama así, Gütsch. El emblemático lugar está a tiro de piedra de la barriada donde vivo, y que en la foto superior se puede ver, en esa aglomeración de viviendas situada a la derecha, en medio de dos lomitas.

Lucerne from Ship por roger4336.

El Château Gütsch se divisa desde diversos sitios de la ciudad. La foto fue tomada desde el puente sobre el Lago de los Cuatro Cantones. A la izquierda se ve la Wasserturm del Kapellbrücke, puente de madera construido en 1333, y que junto con la torre de agua son símbolos del cantón Lucerna.

Según se rumora, el Château Gütsch habría sido adquirido por el multimillonario ruso Alexander Lebedev, personaje también controvertido, pero igualmente hechizado por un castillo de cuentos de hadas. O de princesas Disney.

Fotos: Márcio Cabral de Moura, gerdb456, stevem78 y roger4336, Flickr.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Heimat, eine Reise


Con ese título en alemán (Patria, un viaje), en septiembre de 2007 tuvo lugar en Lucerna el Frauen Synodo (Sínodo de Mujeres), cada cuatro años realizado en una ciudad suiza. Participaron cerca de 700 mujeres, procedentes de diferentes cantones, nacionalidades y creencias, ateas incluidas.

El Sínodo comenzó con un viaje en dos barcos por el Lago de los Cuatro Cantones. Después, entre las 2 y las 6 de la tarde, se efectuaron actividades en varios sitios de la ciudad.

A cinco extranjeras, residentes legales en Lucerna, nos hicieron un documental, Heimat verlassen, Heimat finden (Patria perdida, patria encontrada),de 16 minutos de duración. Excepto María Alba, española casada con suizo, el resto de las entrevistadas éramos refugiadas políticas: Mala, de Sri Lanka; Marlene, de Ruanda; Ruth, de Eritrea, y yo, de Cuba. Realizado por Annelise Frey, de Visualizer Productions, el documental se proyectaba cada media hora en Sentitreff, centro de encuentro para suizos e inmigrantes desde hace más de cincuenta años.

María Alba, Mala, Marlene, Ruth y yo desde las 2 hasta las 5.30 de la tarde estuvimos en Sentitreff, atendiendo a las más de 400 mujeres, suizas y extranjeras, que por allí pasaron para ver el documental y después tomarse un café o un té y dulces, con nosotras. María Alba me sirvió de intérprete, pues mi alemán no fue suficiente para responder algunas preguntas.

Menos mal que los de la embajada cubana no se enteraron de mi participación, porque o si no me hubieran enviado al grupito de suizas, latinas y cubanas que ellos controlan a través de la Asociación de Amistad Suiza-Cuba, y quienes se aparecen donde quiera que se enteran que voy a estar presente, para hablar o como invitada.

Lucerna, debo decir, es uno de los cantones que mejor trabajo realiza con extranjeros, independientemente de su condición: legales, en proceso de legalización o deportación, e ilegales. A diferencia de España, el caso que más conozco, en Lucerna y en Suiza hasta los sin papeles tienen un lugar digno para vivir, reciben un dinero mensual en efectivo y atención médica primaria.

Y lo más importante: si vienen con niños, mientras se decide el futuro de su familia, un proceso que a veces demora años, son matriculados en la escuela, primero para aprender alemán, el idioma de Lucerna, y después incorporados a los cursos regulares de enseñanza, en primaria o secundaria. Si finalmente su familia no es aprobada y son repatriados, los niños, además de su lengua natal, se van sabiendo alemán, francés o italiano, según el cantón que los haya acogido.

En St. Lukas Kirche, iglesia evangelista-reformista, tuvo lugar la clausura del Frauen Synodo. Duró 45 minutos y una vez finalizada, en una gran carpa situada en los jardines hubo un "aperitivo": cestas de pan picado en cuadritos y licor de fruta sin alcohol. A continuación, una comida, a escoger entre cuatro menús, preparados por exyugoslavas, africanas, asiáticas y suizas. Para beber, gratis, agua mineral y coca-cola. La copa de vino, rojo o blanco, costaba tres francos. Hubo postre y café, pero no lo esperé. Ya eran las 8 de la noche y decidí volver temprano a casa.

lunes, 8 de marzo de 2010

Seis años cerca del Monumento al León

Löwendenkmal por Eric Rachner.

Por Tania Quintero

A las ocho de la noche del martes 25 de noviembre de 2003, mi hija, mi nieta mayor y yo salimos de Cuba. Podíamos traer más de 60 kilos de equipaje, pero sólo trajimos una mochila cada una y la vieja maleta verde, de la marca cubana Thaba, la misma que en 1979 utilicé para viajar como enviada de la revista Bohemia a la República Democrática Alemana.


El 1 de marzo de 2004 nos mudamos al apartamento donde todavía seguimos viviendo, en un edificio situado en un barrio de inmigrantes, lo más parecido a Centro Habana que en Lucerna se puede encontrar: tráfico , ambulancias, bomberos, patrullas policiales... y trenes, muchísimos más trenes de los que pasaban por el Café Colón.

Pude haber escogido otro barrio, más tranquilo, más bonito, más suizo. Pero en Cuba siempre viví en lugares céntricos, con ruido y hollín: desde que nací y hasta 1979 a dos cuadras de la Esquina de Tejas. Y del 79 hasta el 25 de noviembre de 2003, al doblar del Paradero de la Víbora, frente a la Plaza Roja.

La mudanza se produjo luego de haber estado trece semanas conviviendo en centros para solicitantes de asilo, con árabes, musulmanes, africanos, asiáticos y exeuropeos del Este, sobre todo exyugoslavos. La primera semana fue la más dura, incomunicadas y sin un centavo (la primera noche un ruso me robó la billetera con todo el dinero traído de Cuba, 50 dólares), en Kreuzlingen, en el cantón de Thurgau, al lado de la frontera con Alemania. Por su ubicación geográfica, el lugar era una semicárcel, las 24 horas custodiada por Securitas, una especie de policías-rambo. A las 6 de la mañana daban el de pie y a las 10 de la noche todo el mundo tenía que estar acostado.

El edificio, moderno; la limpieza, impecable. Los cuartos eran grandes, en cada uno había diez literas. Los hombres separados de las mujeres, los niños con sus madres. La planilla que te daban cuando entrabas tenías que ponerla en la litera antes de acostarte, pues a las 10 en punto los Securitas empezaban a revisar las habitaciones. No encendían la luz: con una potente linterna iban mirando el papel con tus datos en la cabecera de la litera. En caso de dudas, te iluminaban la cara, y si no les quedaba claro, entonces prendían la luz. Ese conteo nocturno trajo a mi memoria el filme La vidaes bella, de Roberto Benigni.

Para mí lo peor no era eso, si no ver que mi hija y mi nieta apenas comían: no les gustaba la comida, ni siquiera el pan, de color oscuro. "Parece el pan que salía en las películas soviéticas de cuando la segunda guerra mundial", decía mi hija. Había máquinas automáticas para tomar chocolate, té, café, refrescos, jugos, mas no teníamos un céntimo partido por la mitad. Todos los días, de 2 a 5 de la tarde, podías salir a comprar al centro del pueblo, Kreuzlingen, a menos de doscientos metros. Pero, para qué íbamos a salir? Al patio, con unos aparatos infantiles, tampoco se podía ir, por la neblina y el frío. Mi nieta se distraía en el Kinderzimmer, repleto de juguetes.

Entrevistas, controles, vacunaciones... Español sólo hablaban los intérpretes. Yo me defendía con el inglés aprendido en mi infancia. En medio de aquella incomunicación no puedes perder la esperanza. Nuestra situación era clara, legal, y en ningún momento me preocupó. Sabía que más tarde o más temprano nos ratificarían el asilo otorgado en La Habana en junio de 2003. Y así ocurrió, luego de una larga entrevista en la Oficina Federal de Refugiados, en Berna, el 12 de enero de 2004.

El 4 de diciembre por la mañana salimos en tren rumbo a Lucerna, el cantón donde finalmente residiríamos. En Zürich había que bajarse, para tomar otro tren rumbo a Lucerna. Pero el resto del trayecto lo hicimos en el auto del abogado peruano Ulises Rozas, a quien Sister Miriam, monja católica que hablaba español y nos "descubriera" en Kreuzlingen, le había hablado para que nos ayudara y asesorara. Ulises nos propuso quedarnos en Zürich, la más importante y cosmopolita ciudad suiza, pero preferimos la tranquila "aldea", como a Lucerna suelen decirle los zuriqueses.

Luego de trámites de rigor en la Oficina para la Migración en Lucerna, sobre las 4 de la tarde Ulises nos dejaba en Sonnenberg, viejo inmueble reconvertido en albergue para solicitantes de asilo, en Emmenbrücke. Allí estuvimos hasta el 29 de enero de 2004, cuando nos trasladaron para Ritahaus, edificación moderna de tres pisos, muy cerca del Lago de los Cuatro Cantones. En el pasado, había sido morada de monjas católicas, pero ahora mujeres y niños aguardaban allí la decisión de si iban a ser aprobados o no sus casos, y podrían quedarse en el país, o tendrían que retornar a sus naciones de origen.

Nosotras hubiéramos preferido habernos quedado en Sonnenberg, pero ese lugar era distante de la escuela donde el 3 de febrero mi nieta Yania debía comenzar el aprendizaje del idioma alemán y la adaptación para ingresar en una escuela primaria pública, lo que se produjo en mayo, tres meses después.

En Ritahaus vivimos con menos comodidades que en Sonnenberg, donde teníamos una habitación amplia para las tres, y la cocina, baño y ducha la compartíamos con pocas familias, pero sobre todo porque nos habíamos adaptado bien a la disciplina y al trato de las personas que dirigían el centro. El lado negativo era que en el primer piso vivían hombres solteros, procedentes de naciones, culturas y creencias muy distintas, y la convivencia era conflictiva. En dos ocasiones presenciamos cómo se fajaron, con puñetazos, cuchillos y la inmediata presencia policial.

También en Sonnenberg vivimos un principio de fuego, una madrugada de diciembre de 2003, en plena nevada. Tuvimos que salir rápidamente de nuestras habitaciones y agruparnos en la planta baja. Los bomberos demoraron unos 5 minutos en llegar. Por suerte, todo quedó en un susto, por culpa de un cigarrillo en el cesto de papeles del baño de hombres. El humo hizo detonar la alarma contra incendios, directamente conectada con la central de bomberos de la ciudad.

Otra experiencia fue vivir en primer plano el machismo, por parte de un celoso y violento joven de Irak contra su novia, también iraquí. Un episodio que nos mantuvo en vilo no sólo en Sonnenberg, sino también en Ritahaus, a donde trasladaron a la muchacha y a su madre, quienes habían logrado huír de la guerra en Irak. El exnovio merodeaba por los alrededores, y cuando las responsables se enteraban, tenían que llamar a la policía. Creo que el final de ese caso de violencia de género concluyó con la expulsión del iraquí de Suiza.

La mayoría de los extranjeros que en esas trece semanas convivieron con nosotras tenían su situación en el aire, pendientes de que les aprobaran o negaran el asilo y los deportaran. A pesar de las diferencias idiomáticas, uno podía saber, intuír, quién realmente era una víctima y quién se había fabricado una historia, respaldada por documentos falsificados. Ni en la mejor universidad europea se aprende tan rápido a distinguir entre la verdad y la mentira. Si de Cuba salí con un sexto sentido, en Suiza adquirí el séptimo.

Han transcurrido seis años y hoy valoro aquel tiempo como una experiencia positiva, que me enriqueció como persona y como periodista. Aprendí que tu problema no puedes verlo a través de tus ojos: tienes que verlo a través de los ojos de otros.

Y que lo que pasa en tu país cuando lo comparas con lo que pasa en otros, puede ser minúsculo.

Otra lección: fuera de Estados Unidos, América Latina y España, Cuba apenas es conocida. Si les dices que se encuentra en el Mar Caribe se quedan en babia. Tienes que decirles "near America": America es como llaman a Estados Unidos en Europa, África, Asia... Algunos, si acaso, la asocian al Che Guevara. Los menos a Fidel Castro.

Me alegro de haber chocado con la realidad tan pronto. Algo que siempre agradeceré a Suiza, nación geográficamente pequeña, pero de gente fuerte como las rocas de los Alpes. Hombres y mujeres que no se andan con melindres y las quejas las han sustituido por esfuerzo y trabajo. Me gustan los refranes porque definen a los pueblos, y este refrán suizo es mi favorito:"Piedras y palos romperán mis huesos, pero palabras nunca me harán daño".

En mis planes nunca estuvo irme de Cuba, pero ya que me tuve que ir, con 61 años cumplidos, lo menos que puedo hacer es aprovechar un exilio con mucho de instructivo y poco de dorado. Ojalá hubiera venido con veinte años menos, para haber podido trabajar: trabajando es como más se aprende. En Suiza las mujeres se retiran a los 64 y los hombres a los 65. La esperanza de vida es de 76 años para ellos y de 82 para ellas. Si a ese último dato añado la tendencia a la longevidad de mi familia materna, puedo apostar por los 80 o los 90 -si es con lucidez, si no, mejor irse antes.

Mi vida, como la de casi todos, ha estado dividida en capítulos. En 1959 comencé uno, con muchísimas páginas, cerradas en 1995, cuando me hice periodista independiente de Cuba Press.En el 95, abrí otro, de ocho años de duración. Lo cerré antes de montar el avión de Air France: el Boeing se podía caer y ahí todo finalizaba.

Cuando alrededor de las 2 de la tarde del miércoles 26 de noviembre de 2003 llegamos al aeropuerto de Zürich, otro capítulo quedó abierto. No sé si es el último o el penúltimo. Lo que si sé es que tengo que aprovechar la oportunidad de, a los 61 años, haber podido emprender una nueva vida en uno de los países más tolerantes y democráticos del mundo.

El Monumento al León

El Löwendenkmal (alemán) o Lion Monument (inglés), es una escultura diseñada por el escultor danés Bertel Thorvaldsen, entre 1819 y 1821 ejecutada en una antigua cantera por Lucas Ahorn, albañil de Constanza, ciudad al sur de Alemania fronteriza con la Confederación Helvética por el norte. Luego de dos años de trabajo, el monumento fue inaugurado el 10 de agosto de 1821. Se encuentra al aire libre y su acceso es gratuito.

Es uno de los sitios más visitados por los más de 3 millones de turistas que anualmente pasan por Lucerna, cantón de habla alemana de la Suiza Central. Fue construído para conmemorar la muerte en 1792 de unos 700 mercenarios de la Guardia Suiza durante la Revolución Francesa, cuando defendían el asalto de los revolucionarios al Palacio de las Tullerías en París.

Está realizado al doble del tamaño natural de un león real y representa a un león caído, herido de muerte y con el dolor clavado en el rostro, sobre un escudo con la flor de lis de la Monarquía francesa y junto a él un escudo de Suiza. En la parte superior, la inscripción latina HELVETIORUM FIDEI AC VIRTUTI, (A la lealtad y la valentía de los suizos). El escritor estadounidense Mark Twain (1835-1910) de esta escultura dijo: "Es el trozo de piedra más triste y conmovedor del mundo".

Foto: Erich Rachner, Flickr

viernes, 5 de marzo de 2010

El mulato de los mangos y las guayabas


Por Tania Quintero

Cuando en 2001 escuché por la BBC una entrevista a Carlos Acosta, bailarín cubano radicado en Londres, escribí un artículo corto. En él decía: "Cuando viaja a la Isla, casi siempre lo entrevistan en algún medio local. Le dedican espacio, pero al final uno se queda a medio saber. Sin embargo, en los tres minutos de una conversación con Rafael Estefanía, de la BBC, se descubre al Carlos Acosta real. Al joven que pasó villas y castillas para lograr imponer su talento". El artículo fue publicado el 21 de noviembre de 2001 en Encuentro en la Red.

Ocho años después, yo viviendo como refugiada política en Lucerna, Suiza, y Carlos Acosta por primera vez viajando a La Habana con su compañía, The Royal Ballet, decidí buscar en internet cuáles otros periodistas cubanos habían escrito sobre el laureado bailarín negro. Y hablando de razas, buscando sobre Andrés William, uno de los pocos negros que logró descollar en el Ballet Nacional de Cuba, encontré un blog con su nombre, desactualizado, pero al menos uno se entera que en 2008 tenía su propia compañía y estaba viviendo en Granada, España.

Norma Niurka, sobrina de la actriz Myriam Acevedo, reportera cultural de El Nuevo Herald, recientemente fallecida, en 1998 publicaba Carlos Acosta, un bailarín cubano por el mundo.

Como Acosta ha preferido mantenerse al margen de la situación política del país donde nació, lo que le garantiza poder entrar y salir libremente y hasta trabajar en la isla, su apoliticismo le permite aparecer en medios tildados de "anticubanos", como el Herald, y en los fervorosamente castristas, como La Jiribilla, donde en 2002 la periodista escribió Un Don Quijote de altura. Además de una breve conversación con Carlos, habla también con Viengsay Valdés, bailarina quien al igual que a Acosta y otros artistas, músicos, pintores e intelectuales, el régimen de los Castro les permite tener cuentas bancarias y residencias en la Isla y en el exterior.

Y no necesitan hacer cola en las oficinas nacionales de inmigración ni en los consulados cubanos en el extranjero, en espera del consentimiento para poder entrar al país o recibir la "tarjeta blanca", como en Cuba llaman al permiso de salida. Excepciones que suelen hacer las dictaduras y que no ablanda a todos los compatriotas que se han hecho famosos afuera, como Bebo Valdés o Andy García. "Generosidades" que llegaron tarde para Celia Cruz, fallecida en 2003. Otros, como Ernesto Lecuona, el más universal de los músicos cubanos, fue más drástico. Pidió que no lo enterraran en Cuba bajo Fidel Castro, según recordara Guillermo Cabrera Infante en Auras tiñosas.

En noviembre de 2007, Isis Wirth, escritora cubana radicada en París, difundía El negro soy yo, a propósito del lanzamiento en el Reino Unido de No Way Home.


Bajo el título Sin mirar atrás, el libro será publicado en Cuba por Ediciones Unión, anunciaba el periódico Juventud Rebelde.

Para saber sobre la autobiografía del exniño pobre, he tenido que acudir a un blog independiente, Cuba al pairo. Porque la prensa oficial, al principio indecisa sobre el status de Carlos Acosta (desertor, gusano, quedaíto, insiliado), prefirió comedirse y escribir lo justo. Ahora, al ser un artista "políticamente correcto", no faltan los elogios ni la guataquería.

Sin embargo, los periodistas al margen del control estatal, dentro o fuera de Cuba, serán los que continuarán dando los detalles más interesantes del "mulatico a quien le siguen gustando los mangos y las guayabas". Frutas, por cierto, más difíciles de encontrar en La Habana que en Londres.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El anón y los chinos


Por Tania Quintero

La última vez que vi un anón fue hace diez años. Un familiar, residente en el campo, le trajo a mi madre una guanábana, una chirimoya y varios anones, tres de sus frutas predilectas, hoy casi desaparecidas del frutero nacional.

Por tener muchas semillas, a ella le gustaba sacar sus masas, blancas y olorosas, y preparar champola. Con leche, claro, otro alimento escaso en una isla donde dos hermanos, entre otras muchas cosas, acabaron con las vacas y los árboles frutales.

Hasta 1959, en cualquier timbiriche habanero por 15 o 20 centavos (de pesos, no de dólar) uno se podía tomar un batido de anón. Los más famosos eran los de la cafetería El Anón, en Neptuno y Consulado, a media cuadra del Parque Central.

Muy sabroso también era el helado de anón, que por un medio (cinco centavos) te daban dos bolas en los puestos de chinos diseminados por la ciudad. Los chinos tenían la habilidad de batir tan bien las frutas, con agua y azúcar, que sin echarles leche, quedaban cremosos. Para mí, mejores que los de Coppelia.

La revolución nunca debió acabar con los pequeños negocios de los cubanos ni tampoco con los de los chinos, en cuyos puestos, además de frutas y helados, vendían chicharrones y frituras. En los grandes mercados tenían tarimas repletas de pescados y mariscos frescos. En los barrios, cantinas que por poco dinero a domicilio servían un menú completo (arroz blanco, potaje de frijoles colorados, carne asada, ensalada y plátano maduro frito, por ejemplo). Tenían también lavanderías y tintorerías, popularmente conocidas como "trenes de lavados". Y por toda la isla, restaurantes, unos más baratos, otros más caros, donde los platos estrellas eran el arroz frito, el chop suey, la sopa china y las maripositas.

A partir de los 90, con la reactivación del Barrio Chino, trataron de enmendar torpezas totalitarias. Pero para quienes tuvimos la suerte de conocer las maravillas que con sus manos hacían las primeras oleadas de inmigrantes procedentes de China, ese barrio, como casi todo en la Cuba actual, es una caricatura.

Foto: Robin Thom, Flickr

lunes, 1 de marzo de 2010

El marañón, una fruta perdida

Plantas de Venezuela: Merey por Jose Jaime Araujo.

Por Tania Quintero

Si un "logro" debemos a la revolución de los hermanos Castro, es la desaparición de frutas desde siempre conocidas y consumidas en Cuba. Y que al perderse de puestos y mercados, hoy son desconocidas por las nuevas generaciones de cubanos.

Una de ellas es el marañón, muy apreciado por su semilla, tan rica, nutritiva y sabrosa como el maní, la almendra o la avellana. Los habaneros solíamos comprar semillas de marañón tostadas, calienticas y por libras, en cualquiera de los varios Ten Cent existentes en la ciudad.

Con ese nombre también le conocen en Perú, Colombia y Costa Rica. En Venezuela al marañón le llaman merey. En España, anacardo; en México, nuez de la India y en República Dominicana, cajuil. En otros países lo identifican con nombres tan variados como jacote, alcayoiba, caracolí, casoy, nuez de caoba, panjí, oacajú, cayutero... Cashew le dicen en inglés, y anacardier en francés.

Castanha de Caju por Santinha - Casas Possíveis.

Brasil es uno de los mayores productores y su castanha de caju (foto) goza de fama mundial.

El marañón es muy rico en vitamina C y de sus propiedades medicinales se dice que es afrodisíaco, estimulante de la memoria y antioxidante. Su corteza y sus hojas son utilizadas en cólicos estomacales, inflamaciones, neuralgias, insomnio, diabetes, hemorroides y psoriasis. La resina sirve para curar y cicatrizar lesiones cutáneas.

Tras décadas perdido de los campos cubanos, en la Isla han empezado a sembrar marañón. Ojalá no sea sólo por cumplir metas. Y aunque apriete la boca, como dicen nuestros guajiros, no vuelva a faltarle a la población. Dejamos de verlo en las matas y sólo algunos campesinos lo seguían consumiendo, pero simbólicamente no desapareció. En Pinar del Río, La Habana, Las Tunas, Holguín y Guantánamo, entre otras localidades, existen pueblos, ríos y lomas nombrados Marañón.

Tanto su pulpa como su semilla se utilizan en la confección de las más variadas recetas, saladas o dulces. Aunque ninguna como el turrón que hacían -y todavía deben hacer- en Trinidad, patria chica del marañón criollo.

Pese a no ser una fruta tan extendida como la piña, el mango o la guayaba, le sirvió de inspiración al compositor Jesús Guerra, nacido en Cienfuegos en 1920, radicado en Francia desde los años 40 y autor de canciones populares como Bigote de gato. En 1953, Benny Moré interpretaría su número Semilla de Marañón.

Fotos: José Jaime Araujo y Santinha, Flickr.